31 octubre 2014

LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO

Acabo de leer un breve y muy sugerente libro de Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, editado por Herder. Desarrolla una idea que ya aparece en otros contextos pero lo hace de una forma especialmente gráfica y nítida. Es la siguiente. Viene a decir que cada época tiene sus enfermedades emblemáticas. En todas hasta ahora se trataba de alguno forma de negatividad contra la que se había de luchar, como lucha el antibiótico contra las bacterias. La novedad de la situación actual es que los estados patológicos provienen de los excesos de positividad. La patología es de obesidad. Hay un exceso de información, comunicación y producción. Citando a Braudillard, Han afirma que "la comunicación generalizada y la superinformación amenaza todas las defensas humanas." Así las patologías típicas del comienzo del siglo XXI son la depresión, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y el trastorno ligado a la búsqueda del límite del yo. El imperativo de ser uno mismo hasta alcanzar el límite de las propias posibilidades, el logro del máximo rendimiento, no lleva a la liberación personal y social. En esta dinámica de autoexigencia personal "cada cual lleva consigo su campo de trabajos forzados". Esta histeria y este nerviosismo de la sociedad moderna por reivindicar en exceso la vida activa solo se podrá "curar" reivindicando al mismo tiempo una cierta vida contemplativa.

07 julio 2014

LECTURA Y "CONSTRUCCIÓN" DEL CEREBRO

En la tertulia de libros de ensayo acabamos de leer el libro de Francisco Mora Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama (Alianza Editorial). Mientras leía –se suele leer ensayo con la vista puesta en algo-, aplicaba sus reflexiones a la lectura, tema sobre el que pienso a menudo, y me iba preguntando cómo influye esta en la construcción de la propia mente.
«Aprender algo nuevo significa, en términos neurobiológicos –afirma el profesor Mora-, cambiar el cerebro.» El lector es, por tanto, el que opta por una actividad que tiende a modificar su cerebro. Por eso “conocer mejor las funciones del cerebro, desde  cómo procesa la información sensorial y ejecuta los actos motores, pasando por las funciones cognitivas, emoción, atención, (...) y los mecanismos neuronales del mismo aprendizaje y la memoria es importante si se quiere avanzar en el proceso de cómo mejorar el aprendizaje”.
Los neurocientíficos, que ya lo van conociendo bastante bien, afirman que la memoria no es un espacio del cerebro donde se van almacenando lo que uno va conociendo y a lo que puede recurrir como si de una despensa de conocimientos se tratara. Más bien la conciben como redes de conexiones que quien las frecuenta a menudo puede recorrer con facilidad. Es como quien, al intentar recorrer un bosque en el que no hay sendas previamente trazadas, es capaz de orientarse en él sin demasiados titubeos.
Pues bien, la lectura frecuente mantiene las conexiones neuronales activas. Y no solo eso, sino que quien lee va creando en su interior unas conexiones que permiten acoger ordenadamente nuevos conocimientos. Conocer, al fin y al cabo, es distinguir y clasificar, o sea, discernir y verbalizar cualquier nuevo objeto que atraiga la atención de la atención de la mente.  
Haciendo un símil con el body building tan de moda, la lectura construye el cerebro de manera que pueda alojar una mente más poderosa y más aguda. Cuanto antes se comience ese ejercicio y más a menudo se haga más poderosa será la mente. El cómo ocurre eso aún está por estudiar.

Pero naturalmente un ejercicio continuado requiere renovar la curiosidad y a través de ella mantener la motivación para seguir conociendo. “La curiosidad es el mecanismo cerebral capaz de captar lo diferente en la monotonía diaria del entorno.” Ahora bien, ese mecanismo se mantiene activo mientras el ejecutarlo resulte placentero.        

21 mayo 2014

DOS NUEVOS EBOOKS

¿Hay mayor hazaña que resucitar a un muerto? Resucitar a dos muertos.
Esta es la impresión que tengo después de que dos libros míos, que tuvieron su recorrido en su edición en papel pero que ya fueron descatalogados, vuelven a la existencia -virtual- y están disponibles como ebooks para que algún lector pueda interesarse por ellos.
Son un libro juvenil, No te rindas, Orestes, y otro, Un conejo en el sombrero que ha tenido vidas en otras cuatro lenguas: catalán, alemán, japonés y turco.
Se pueden encontrar en decenas de lugares de venta de libros online en todo el mundo y antes que nada en la misma editorial Leer-e
http://www.leer-e.es/ebooks/no-te-rindas-orestes
http://www.leer-e.es/ebooks/un-conejo-en-el-sombrero

16 mayo 2014

UN BRAHMÁN PREGUNTÓ A BUDA

Acabo de leer una fantástica novela "picaresca": Tigre blanco. Su autor, Aravind Adiga, introduce una conversación entre un brahmán un tanto maligno y Buda a quien aquel pretende coger en falso.
El brahmán pregunta a Buda:
-Señor ¿te consideras un hombre o un dios?
Buda le sonríe y le contesta:
-Ni lo uno ni lo otro. Solo soy uno que se ha despertado mientras todos los demás seguís durmiendo.
En el contexto de la narración esa anécdota se refiere críticamente de buena parte de las personas de la sociedad de la India. La crítica la pone en boca de un gran pícaro, el protagonista de la novela, que ya ha despertado y ve que muchos duermen a su alrededor.
Cualquier persona que escribe para niños, consciente de lo que tiene entre manos, creo que no pretende otra cosa que eso, ayudar a despertar a los lectores.
Hace 14 años que participo en una tertulia literaria con conciudadanos -hablando con rigor tendría que decir conciudadanas porque la mayor parta de las lectoras son mujeres- de Molins de Rei, el pueblo donde vivo. Es una experiencia muy enriquecedora que afina el olfato para captar lo que hay debajo de lo que se lee y porque le permite a uno una complicidad privilegiada con los compañeros de tertulia. Buena parte del alimento literario que consumo proviene de estas lecturas comentadas, a veces apasionantemente comentadas.  

26 marzo 2014

EL CREPÚSCULO DE PROMETEO

En la tertulia de libros de ensayo que empecé a impulsar hace cuatro años y en la que estoy empeñado, ayer comentamos el último libro que habíamos acordado leer: El crepúsculo de Prometeo, de François Flahault, publicado por Galaxia Gutenberg.
El deseo de leer este libro surge de las reflexiones acumuladas en tertulias anteriores sobre las guerras mundiales del siglo XX y sobre la deriva del neoliberalismo sin fronteras ni política que lo controlen. Este horizonte conduce a pensar seriamente el decrecimiento en la sociedad occidental en un momento en que los países emergentes piden un trozo más gran del pastel a repartir.
¿Cómo hemos llegado a la situación actual? Hay algo interno a la condición humana que arrastra a la desmesura. Es el espíritu prometeico que ha alentado siempre en nosotros. Es el momento de reflexionar sobre la desmesura para que la idea de progreso sobre la que se asienta la modernidad no acabe en un gran fiasco o en conflictos desmedidos que nos arrastren. El libro de Flahault promete reconstruir la historia de la desmesura humana. Aunque no responde del todo a lo que promete, es una buena referencia para discutir este tema que tanto nos atañe y cuya salida no se acaba de ver.
Incluso para escribir libros para niños es bueno tener una visión amplia de la condición humana. Los ensayos son focos que iluminan aspectos que de otra forma permanecerían en penumbra. Por eso me gusta implicarme en este empeño que va más allá de la rabiosa actualidad que refleja la prensa.

12 febrero 2014

´LA GRÚA QUE ME FASCINÓ

Hace un tiempo la admirada Care Santos me invitó a que escribiera un breve texto sobre una novela que me hubiera interesado especialmente para colgarlo en la sección literaria de Culturamas. Ésta es la novela que me hubiera gustado firmar si no la hubiera construido antes Zimnik y no hubiera subido a ella a un entrañable personaje. 
LA NOVELA DE MI VIDA: LA GRÚA, de Reiner Zimnik
Tiendo a la racionalidad y la mesura. ¿O a la mediocridad? Tal vez una y otra apreciación no estén tan alejadas. Sin embargo, durante un tiempo tuve la tramposa ensoñación de atribuirme la autoría de La grúa, este maravilloso texto de Reiner Zimnik. Pero ya era imposible borrar su nombre impreso en sus ediciones en varias lenguas.
Supongo que debí leer este libro en 1981. Acababa de publicarse en español en la colección Austral Juvenil que dirigía Felicidad Orquín a cuyo buen criterio tanto debemos los que por entonces empezamos a escribir literatura infantil.  
La llegada de textos de grandes autores alemanes, nórdicos y sajones nos estaban haciendo ver entonces que las referencias que teníamos, tan ñoñas, nos bloqueaban.
Con este relato Zimnik dio en algún oscuro rincón de mi entretela. Aún me conmueve cada vez que lo releo. ¿De dónde nacía mi fascinación por esta fábula cuando mi atención se centraba en textos realistas donde más claramente se rompían los corsés que nos oprimían?
La grúa es un inquietante relato simbólico. Cuenta la historia de un hombre que se encaramó en lo alto de una grúa, que él mismo había ayudado a construir, para no bajar de ella. Se trataba de una grúa instalada en un punto de confluencia de comunicaciones fluviales, de carretera y ferrocarril para intercambiar mercancías de un medio de transporte a otro.
El hombre consigue ese puesto de conductor de la grúa desplazando a dos enchufados que lo pretendían. Desde ese día cumple escrupulosamente su cometido. Por otra parte, mira el mundo desde las alturas no de la soberbia sino de la honradez. Ve pasar la guerra y la paz, y contempla los intereses que se mueven a sus pies. Nunca se deja presionar ni con amenazas ni con sobornos. Desbarata las pretensiones de temibles ladrones fluviales y es testigo de los problemas que causan a un circo los días de canícula. Llevando hasta el límite su humor, Zimnik describe a su discreto héroe atrapando con su pala a un elefante enloquecido por la fiebre al que sumerge en el rio hasta que se le va la calentura, o llevando cada domingo a los doce concejales y su alcalde al otro lado del río.
Lo que mantiene a este solitario es una doble amistad; la de Lectro, al que no le importa prestarle unos kilovatios si su carretilla eléctrica con doce remolques se queda sin energía, y la del águila que le ayudará a detectar las manadas de tiburones que pretenden derribar la grúa y que le acompañará hasta el final.   
El conductor desciende de la grúa cuando ya es muy viejo y está cansado. Le acompaña el águila. Un niño cree ver también junto a él otra maravilla, «un león plateado». Sencillamente ha cumplido fielmente su misión de ser humano. El alcalde demuestra entenderlo muy bien al hacer este comentario: «Es un hombre sabio.»

La grúa tiene todos los ingredientes de una bonita fábula. Me veo en ella. También estoy a punto de tomar la decisión de bajar de la grúa. Y francamente tengo envidia de quien la escribió... y la dibujó, ya que los dibujos a plumilla también son obra de mi admirado Zimnik.

08 enero 2014

ELVIOLÍN DE MEDIANOCHE

Me acaba de llegar esta misma mañana la tercera edición de El violín de medianoche, libro que salió en la editorial Anaya en 2011. Esta narración ya me dio la alegría de ser traducida al coreano. No hay mayor ambición en quien escribe que continuar manteniendo el interés de los lectores.
Andrei, el protagonista de esta historia, tiene una aspiración humilde y desmedida al mismo tiempo: ser violinista. No pretende poseer nada. Su más firme agarradera a la vida para seguir creciendo son las melodías que es capaz de sacarle a su violín. Todo lo demás juega en su contra; está solo y es inmigrante. Pero persigue un sueño. Es mi propuesta a mis jóvenes lectores. Los regalos mejores que a mí me han hecho han sido éstos: propuestas de perseguir sueños. Son los regalos que todavía admito, los demás me van sobrando.