domingo, 27 de diciembre de 2020

LA LECTURA, UNA VENTANA

 

La ventana es una buena metáfora de la lectura. Leer es mirar por esa ventana a panoramas nuevos. A veces se abre también a lo que hay al otro lado del espejo donde aparecen los mundos de la imaginación comenzando por los propios de quien mira. En ese caso es una ventana abierta a la introspección.

Hay quien sólo mira el mundo a través de sus propios ojos. Por muy penetrante que sea su mirada le aportará menos datos que la de quien lo mira a través de la ventana que le abre también la mirada de los demás.

Los libros son ventanas por las que miraron otras personas antes que nosotros. Muchas de ellas tenían una aguda inteligencia y un hábito poco corrienten de mirar analizando. Si además poseían el don de contar bien, habrán creado una ventana fabulosa que nos ayudará a mirar la realidad, El novelista portugués Antonio Lobo Antunes afirmaba algo semejante de esta manera: “Lo que me maravilla de los libros que me gustan es que me abren puertas, que me muestran rincones que yo no conocía de mí o que tenía miedo de explorar”.

lunes, 14 de diciembre de 2020

EL LIBRO INSUFLA MAGIA A NUESTRA VIDA

 

La editorial Acantilado publicó un volumen Encuentro con libros que recoge textos de Stefan Zweig que revelan su relación apasionada con estos sencillos y mágicos objetos.

No me resisto a copiar algunos fragmentos porque, como me ocurre a menudo, en momentos en que estoy dando vueltas a una idea tratando de buscar la manera de expresarla, resulta que me la encuentro escrita con palabras más bellas y más precisas que las que yo mismo hubiera podido escribir. En este caso, lo que yo hubiera querido decir, que el libro insufla magia a la vida, Zweig ya lo había escrito. Lo hizo así:

“El movimiento que apreciamos en la tierra se apoya esencialmente en dos invenciones del espíritu humano: el movimiento en el espacio se basa en la invención de la rueda, que gira vertiginosamente alrededor de un eje, y el movimiento intelectual guarda una relación directa con el descubrimiento de la escritura. (…)

La escritura, que ha evolucionado desde los pliegos más sencillos, pasando por los rollos, hasta culminar en el libro ha puesto fin al trágico confinamiento de las vivencias y de la experiencia en el alma individual: desde que existe el libro nadie está ya completamente solo, sin otra perspectiva que la que le ofrece su propio punto de vista, pues tiene al alcance de su mano el presente y el  pasado, el pensar y el sentir de toda la humanidad. En nuestro mundo de hoy cualquier movimiento intelectual viene respaldado por un libro; de hecho, esas convenciones que nos elevan por encima de lo material, a lo que llamamos cultura, serían impensables sin su presencia.

El poder del libro para expandir el alma, para construir el mundo y articular nuestra vida personal, nuestra intimidad, suele pasarnos desapercibido salvo en raras ocasiones,  y cuando cobramos conciencia de su importancia tampoco lo manifestamos. Hace mucho que el libro se ha convertido en algo natural, en un objeto cotidiano cuyas maravillosas cualidades no despiertan ni nuestro asombro ni nuestra gratitud. Del mismo modo que no somos conscientes del oxígeno que introducimos en nuestro organismo cada vez que respiramos ni de los misteriosos procesos químicos con los que nuestra sangre aprovecha este invisible alimento tampoco advertimos la materia espiritual que absorben nuestros ojos y que nutre (o debilita) nuestro intelecto continuamente. (…)

Cualquier artículo (en este caso, el libro), por valioso que sea, se trata con desdén cuando puede conseguirse con facilidad, y solo en los instantes más creativos de nuestra vida, cuando reflexionamos, cuando nos volcamos en la contemplación interior, conseguimos que lo que ha llegado a ser común y corriente vuelva a resultar asombroso. En esos raros momentos de reflexión lo miramos con respeto y somos conscientes de la magia que insufla a nuestra alma, de la fuerza que proyecta sobre nuestra vida, de la importancia que hoy, en el siglo XX, tiene el libro, hasta el punto de no poder imaginar nuestra mundo interior sin el milagro de su existencia.”

jueves, 15 de octubre de 2020

EL ÁRBOL Y LA LIBERTAD

 

En 2010 una fuerte tormenta derribó un castaño centenario que crecía en un patio de Amsterdam. Hacía algunos años que sabían que estaba enfermo y procuraban cuidarlo pero la tempestad acabó con él. No moría un vegetal cualquiera; había sido un símbolo de esperanza.

Ana Frank, escondida en una habitación secreta de su casa, lo había mirado desde su escondite. Lo veía como el símbolo de lo que ella carecía: la libertad. En febrero de 1944 escribió: “Miramos el cielo azul, el castaño sin hojas con sus ramas de gotitas resplandecientes, las gaviotas y los demás pájaros que, al volar por encima de nuestras cabezas, parecían de plata. Y todo eso nos conmovió y nos sobrecogió tanto que no podíamos hablar.” El árbol estaba vivo. En mayo, en plena primavera, tenía otro aspecto: “El castaño está en flor de arriba abajo y lleno de hojas, y está mucho más bonito que el año pasado”. Cuatro meses después, ya en el campo de concentración, sin árboles ni horizonte para su vida, ya sólo podía pensar en él.

Nada más estático que un árbol, fijado por las raíces siempre al mismo suelo. Cuando mas penetran sus raíces más vivo pero más sujeto a la tierra. Sin embargo, el árbol ha sido a menudo símbolo de permanencia y de libertad. Nelson Mandela, preso durante largos años, dijo más de una vez que las plantas o los arbolitos que plantaba en macetas le ayudaron a soportar su cautiverio.

El tiempo es un fluir continuo. Al parecer no tiene forma. Pero, si se corta el tronco de un árbol, se ve que los años han quedado abrazando su núcleo en aros concéntricos. Podemos conocer el tiempo transcurrido fijándonos en el corte de un árbol.

El árbol muerto o talado aún nos hace un servicio impaganle. Con su celulosa se favrica el papel sobre el que hEmos impreso los fugaces pensamientos de los hombres. ¿Sin ese material qué hubiera sido de nuestra cultura y de la libertad? ¿Cómo se habría trasmitido aquella y defendida ésta durante estos últimos siglos? ¿Cómo hubieran mantenido su aliento tantas personas?

Cuando en una llanura avistamos a lo lejos cipreses, sabemos que allí hay un cementerio. Ese árbol esbelto y en forma de flecha sigue apuntando hacia la libertad también después de la muerte. No afirman nada pero mantienes el sueño de la trascendencia.  

domingo, 28 de junio de 2020

ENCONTRAR YA ESCRITOS TUS PROPIOS PENSAMIENTOS


Me ocurren con cierta frecuencia dos cosas que me maravillan. Una es la agudeza mental, con agilidad eléctrica, de ciertas personas. Apenas ha ocurrido un suceso, al mismo tiempo que éste comienza a correr por los medios de comunicación, ya hay alguien que le ha dado la vuelta y ha sido capaz de sacar un chiste o hacer un comentario agudo que le saca chispa. El otro fenómeno que me admira es el hecho de encontrar escrito, a menudo admirablemente escrito, algo que llevo algún tiempo pensando y que no acabo de encontrar la expresión adecuada para plasmar esos pensamientos. Me ha ocurrido hoy mismo leyendo el primer capítulo del libro de Stefan Zweig, Encuentros con libros. Eso que he pensado a veces, acabo de darme cuenta que ya estaba escrito. Os copio lo que había pensado. Está muy bien. Pero, como ya he dicho, tengo que confesar que ya lo había escrito Stefan Zweig. No os voy a decir lo mismo con mis palabras, os voy a copiar las suyas:
“En nuestro mundo de hoy, cualquier movimiento intelectual viene respaldado por un libro; de hecho, esas convenciones que nos elevan por encima de lo material, a las que llamamos cultura, serían impensables sin su presencia.
El poder del libro para expandir el alma, para construir el mundo y articular nuestra vida personal, nuestra intimidad, suele pasarnos desapercibido salvo en raras ocasiones, y cuando cobramos conciencia de su importancia, tampoco lo manifestamos. Hace mucho que el libro se ha convertido en algo natural, en un objeto cotidiano cuyas maravillosas cualidades no despiertan ni  nuestro asombro ni nuestra gratitud. Del mismo modo que no somos conscientes del oxígeno que introducimos en nuestro organismo cada vez que respiramos y de los misteriosos procesos químicos con los que nuestra sangre aprovecha este invisible alimento, tampoco advertimos la materia espiritual que absorben nuestros ojos y que nutre (o debilita) nuestro intelecto continuamente..”

viernes, 19 de junio de 2020

LA BRÚJULA


La vida humana es una aventura. Todas las vidas lo son, incluso las que parecen más predestinadas o más rutinarias. No en vano unas de las metáforas más trilladas por evidentes y usadas son las que se refieren a ella como el camino.
El camino no es sólo el sendero geográfico ya trazado, sino el recorrido del  mismo. Por ejemplo, cuando un científico sobresaliente o un deportista de élite han alcanzado una meta destacable solemos decir, para ponderar sus méritos, que han hecho un largo camino.
En el camino hay un punto de partida y un punto de llegada. La distancia más corta de uno a otro es la línea recta. Pero ese camino completamente en línea recta es una abstracción. No existe realmente. Sólo tiene una existencia mental. Todos los caminos humanos son accidentados y sinuosos. En parte, ese recorrido nos viene condicionado por una serie de datos genéticos, económicos, sociales, familiares… Pero también es el resultado de nuestros propios conocimientos, creatividad y decisiones. Pues bien, esta parte de invención personal para trazar el propio trayecto de vida viene condicionado por las lecturas. Cualquier lector reconoce, avanzada su vida, que sus lecturas han sido fundamentes para trazar el rumbo de la misma.
Las lecturas son una brújula que nos ayudan a orientarnos y a mantener la dirección. No todas, algunas son una trampa que nos despistan, nos hacen coger caminos equivocados. O simplemente nos distraen. Pero otras nuevas lecturas –de aquí la necesidad de la continuidad- nos hacen ver nuestros errores y nos ponen de nuevo en la ruta que reconocemos como auténtica. Con una particularidad muy especial, que esta brújula que no sólo nos indica el camino sino que nos impulsa a no abandonarlo. Mantiene la tensión del que camina, le anima, le insufla fuerzas. La energía no sólo procede de los elementos que alimentan nuestro cuerpo sino también de las ideas que animan nuestro espíritu. Buena parte de estas provienen de las lecturas. Yendo a la historia, a las biografías de personajes, tenemos constancia de innumerables hazañas realizadas por personas que estaban en el límite de su resistencia física. Fue el poder de su espíritu, su energía interior, la que les hizo llegar más allá no sólo de lo prudente sino más allá de lo que parecía posible.

sábado, 2 de mayo de 2020

LOS LIBROS EN LAS BIOGRAFÍAS


En la breves biografías que acompañan a ciertas solicitudes de trabajo o las que hacemos para que corran en la redes solemos señalar el lugar y fecha de nacimiento, la familia, los estudios, la trayectoria laboral, aquellas actividades más sobresalientes que hemos desempeñado... Eso suele ser lo más común. Y está bien. Todo eso y la manera misma de presentar nuestra autobiografía dicen quién somos.
Pero hay otra cosa que nos define más todavía: nuestras lecturas. Nunca sabremos hasta qué punto somos lo que hemos leído. Pero es evidente que también somos lo que hemos leído.
El lector de verdad no suele ser lector de un solo género. Se alimenta de lecturas muy diferentes incluso dentro de los libros del mismo género. Pero, además,  a lo largo de su vida de lector se ha ido asomando a ventanas muy diferentes. Precisamente lo que hacen los libros es abrirnos perspectivas muy diferentes que nos llevan a pensar y a vernos de manera más compleja. Cualquier lectura nos impulsa a contrastar lo que nos dice con lo que hemos descubierto ya en otros autores.
Lo más determinante, no obstante, no es leer muchos libros, sino leer mucho en cada libro. Pero normalmente lo que se llega a absorber en una lectura depende también de lecturas previas repensadas y contrastadas.
Se puede leer por muchos motivos, desde divertirse o matar el aburrimiento de una espera, hasta hacerlo por afán de reflexionar o de saber sobre determinado  tema. En este sentido, cualquier libro, incluso los más insustaciales nos moldean. Porque, no nos engañemos, no todos los libros son buenos. A veces los libros pueden ser el peor enemigo del lector. Se publica tanto que hay que ser selectivo para no perderse en laberintos inútiles que no llevan a ninguna parte. Cualquier libro los leído de alguna manera antes de abrirlo en el sentido de que acudimos a él con ciertas ideas preconcebidas que nos hemos formado de antemano a través de un amigo que  nos lo aconseja, a través de su mismo diseño y presentación, a través de la llamada de su cubierta o del texto de su contracubierta, o porque nos llega con el vitola de calidad, por el prestigio de la editorial en el que se publica o por la firma de la crítica que nos ha llevado hasta él. Todo eso normalmente ayuda, pero cada uno debe valorar las aportaciones que le hace personalmente.  
De una manera u otra nuestros pensamientos, la visión que tenemos de la realidad, se han aquilatado en el fuego de los libros que hemos leído. Muchas páginas de texto se queman enseguida y quedan como cenizas en el olvido. En cambio hay otros libros que nos hacen, nos construyen. Cuánta verdad hay en esta frase que me he encontrado repetidamente: “Quien lee no está haciendo algo; se está haciendo alguien.”
Los que han leído suelen tener una consistencia que no se ve  en quienes no leen. Por esta razón no sería mala idea exponer en la propia biografía lo que uno ha leído. Eso también nos define.   

jueves, 16 de enero de 2020

FILOSOFÍA VIVA. Ecofilosofía como árbol de la vida. H. Skolimowski

Continúa persistiendo la mentalidad de que la literatura infantil y juvenil es puramente entretenimiento y que, por tanto, es ajena a las corrientes de pensamiento que mueven o sacuden a la sociedad. Por fortuna, esto va cambiando. Los críticos cada vez ponen más el foco en los contenidos que se trasmiten, lo que no quita que valoren los resortes literarios y la capacidad de atrapar al lector. Por ese motivo, quienes escribimos para niños estamos cada vez más atentos a las corrientes de pensamiento. Una muestra puede ser nuestro interés por la ecología a acercarnos a trabajos como este del filósofo polaco H Skolimowski: Filosofía viva.

La ecología es una cuestión política crucial en nuestra época siempre que  no se reduzca el ecologismo a ideología. Hay que asumir la ecología desde una perspectiva que incluya todos los aspectos de la vida.
Albert Schweitzer fue uno de los pensadores del siglo XX que ya había advertido que la supervivencia y la prosperidad de nuestra civilización dependen de que se tenga una correcta visión del mundo: “Debemos reconocer sin falta que la raíz de todas las catástrofes y desgracias que nos aquejan es que carecemos de una adecuada visión del mundo.”
Respondiendo a esta demanda, la ecofilosofía, cuyo pensador más notable es el filósofo polaco Henryk Skolimowski, parte del supuesto de que nuestra cosmología no sólo determina nuestra imagen del universo físico, sino también el sentido de nuestras acciones. Según él, el núcleo de la crisis planetaria es consecuencia de las limitaciones de la cosmología mecanicista que nos rige, con su deficiente y restrictivo modo de interpretar la naturaleza. Necesitamos una actitud reverente hacia la naturaleza y hacia toda forma de vida. La pretensión de este libro es ofrecer una visión del mundo que abarca desde la cosmología hasta la conciencia, como fundamento para restaurar nuestra civilización.
Ahora bien, transformar la conciencia humana de la visión preponderantemente mecanicista y tecnológica en otra más humana requerirá un esfuerzo extraordinario. Pero sólo una nueva conciencia permitirá poner en marcha nuevas acciones, pues actuamos en el universo según lo interpretamos.
Skolimowski arremete contra el relativismo moral que, a su parecer, “está devorando la sustancia del individuo”. Aunque esta visión cuenta con el apoyo de personas racionales e inteligentes, él lo ve como una huida y una cobardía. Para él  no todo es opinión ni todo vale. “La acción nos produce tal embriaguez que a veces pensamos que es la única cosa de valor. Pero la acción solo adquiere sentido cuando actúa en un plano más profundo.”
   El árbol del que habla en el subtítulo le sirve al autor de metáfora. La civilización humana crece y seguirá creciendo –no se manifiesta especialmente pesimista- si va hundiendo sus raíces cada vez más profundamente en la tierra.