Carmen Martín Gaite pasó varias temporadas
en Estados Unidos dando clase. Por aquellos días estaba en Nueva York. Como
todos los humanos, vivía entre dos mundos, el que tenía delante, la gran ciudad
cosmopolita que, en buena parte, suponía una novedad, y el mundo que habitaba
en su memoria, su mundo, cercano y atesorado durante años de vida y de
lecturas.
Tal vez andaba buscando un personaje para
darle vida en una nueva narración. O no. Quizás se lo encontró saliendo del Metro
o caminando por Manhattan y le impuso el deber de contar su peripecia. Era una
niña. Le pareció que la conocía.
Rebuscó en su memoria. Le suscitaba
sensaciones que ya había vivido. Trató de situarla en lugares por donde había pasado,
en casas donde había estado. Por fin creyó recordar haberla visto en algún
libro. El mundo de los libros es tan real como el otro cuando ya ha caído en el
pozo de la memoria. Aún no sabía en cuál. A menudo recordar las ilustraciones
le llevaba al libro y a los personajes que buscaba.
Le puso una capa y una capucha roja.
Alguna oscura razón le llevó a tomar esa decisión. De repente la reconoció: «Sin
duda es Caperucita Roja».
Tal vez habían pasado ente sus ojos muchas
Caperucitas durante esas semanas que llevaba en Nueva York pero solo esa vez
fue consciente de que era ella. “Miramos una realidad cualquiera –un grupo da
árboles, una sombra que invade un cuarto al anochecer, un montón de piedras al
lado del camino-, miramos sin fijarnos, hasta que lentamente aquello que vemos
se revela como lo nunca visto y, simultáneamente como lo siempre visto…” Esta
observación de Octavio Paz puede servir para explicar lo que le ocurre a Carmen
Martín Gaite. Aquella niña atisbada en el Metro y a la que ha prestado especial
atención corresponde a aquella otra que lleva en su memoria desde sus primeras
lecturas infantiles. Es un personaje de un cuento que le despertó curiosidad y
sensaciones especiales, sencillo para que lo pudiera entender una niña pero, al
mismo tiempo, tan misterioso que aun ahora que ya es mayor y escribe libros le
resulta enigmático y lleno de interés.
Aquí arranca la historia. Carmen Martín
Gaite querrá saber cuál ya podido ser la vida de esta Caperucita Roja que vive
en Nueva York, un lugar extraño para un personaje de cuento.
En literatura ocurren cosas imposibles. Un
personaje, una ingenua niña, que vivió en un tiempo mítico, fuera del tiempo
cronometrado, que fue a visitar a su abuela atravesando un misterioso bosque y fue
acosada durante su viaje por un lobo, ese animal provocador de todos los miedos ancestrales, resulta que revive en las
calles de la ciudad más emblemática de la modernidad, Nueva York.
Ese es un hecho de primer orden que excita
la mente de la narradora. Se le impone. Su presencia es una oportunidad y una orden. Carmen
Martín Gaite tendrá que seguir sus vicisitudes y contar esa historia. No puede
dejar de hacerlo. Y gracias que lo hizo, porque hoy podemos leer la fascinante historia
de una Caperucita que vino al mundo moderno y paseó por la calles de Nueva York.