domingo, 28 de junio de 2020

ENCONTRAR YA ESCRITOS TUS PROPIOS PENSAMIENTOS


Me ocurren con cierta frecuencia dos cosas que me maravillan. Una es la agudeza mental, con agilidad eléctrica, de ciertas personas. Apenas ha ocurrido un suceso, al mismo tiempo que éste comienza a correr por los medios de comunicación, ya hay alguien que le ha dado la vuelta y ha sido capaz de sacar un chiste o hacer un comentario agudo que le saca chispa. El otro fenómeno que me admira es el hecho de encontrar escrito, a menudo admirablemente escrito, algo que llevo algún tiempo pensando y que no acabo de encontrar la expresión adecuada para plasmar esos pensamientos. Me ha ocurrido hoy mismo leyendo el primer capítulo del libro de Stefan Zweig, Encuentros con libros. Eso que he pensado a veces, acabo de darme cuenta que ya estaba escrito. Os copio lo que había pensado. Está muy bien. Pero, como ya he dicho, tengo que confesar que ya lo había escrito Stefan Zweig. No os voy a decir lo mismo con mis palabras, os voy a copiar las suyas:
“En nuestro mundo de hoy, cualquier movimiento intelectual viene respaldado por un libro; de hecho, esas convenciones que nos elevan por encima de lo material, a las que llamamos cultura, serían impensables sin su presencia.
El poder del libro para expandir el alma, para construir el mundo y articular nuestra vida personal, nuestra intimidad, suele pasarnos desapercibido salvo en raras ocasiones, y cuando cobramos conciencia de su importancia, tampoco lo manifestamos. Hace mucho que el libro se ha convertido en algo natural, en un objeto cotidiano cuyas maravillosas cualidades no despiertan ni  nuestro asombro ni nuestra gratitud. Del mismo modo que no somos conscientes del oxígeno que introducimos en nuestro organismo cada vez que respiramos y de los misteriosos procesos químicos con los que nuestra sangre aprovecha este invisible alimento, tampoco advertimos la materia espiritual que absorben nuestros ojos y que nutre (o debilita) nuestro intelecto continuamente..”

viernes, 19 de junio de 2020

LA BRÚJULA


La vida humana es una aventura. Todas las vidas lo son, incluso las que parecen más predestinadas o más rutinarias. No en vano unas de las metáforas más trilladas por evidentes y usadas son las que se refieren a ella como el camino.
El camino no es sólo el sendero geográfico ya trazado, sino el recorrido del  mismo. Por ejemplo, cuando un científico sobresaliente o un deportista de élite han alcanzado una meta destacable solemos decir, para ponderar sus méritos, que han hecho un largo camino.
En el camino hay un punto de partida y un punto de llegada. La distancia más corta de uno a otro es la línea recta. Pero ese camino completamente en línea recta es una abstracción. No existe realmente. Sólo tiene una existencia mental. Todos los caminos humanos son accidentados y sinuosos. En parte, ese recorrido nos viene condicionado por una serie de datos genéticos, económicos, sociales, familiares… Pero también es el resultado de nuestros propios conocimientos, creatividad y decisiones. Pues bien, esta parte de invención personal para trazar el propio trayecto de vida viene condicionado por las lecturas. Cualquier lector reconoce, avanzada su vida, que sus lecturas han sido fundamentes para trazar el rumbo de la misma.
Las lecturas son una brújula que nos ayudan a orientarnos y a mantener la dirección. No todas, algunas son una trampa que nos despistan, nos hacen coger caminos equivocados. O simplemente nos distraen. Pero otras nuevas lecturas –de aquí la necesidad de la continuidad- nos hacen ver nuestros errores y nos ponen de nuevo en la ruta que reconocemos como auténtica. Con una particularidad muy especial, que esta brújula que no sólo nos indica el camino sino que nos impulsa a no abandonarlo. Mantiene la tensión del que camina, le anima, le insufla fuerzas. La energía no sólo procede de los elementos que alimentan nuestro cuerpo sino también de las ideas que animan nuestro espíritu. Buena parte de estas provienen de las lecturas. Yendo a la historia, a las biografías de personajes, tenemos constancia de innumerables hazañas realizadas por personas que estaban en el límite de su resistencia física. Fue el poder de su espíritu, su energía interior, la que les hizo llegar más allá no sólo de lo prudente sino más allá de lo que parecía posible.