viernes, 28 de septiembre de 2018

LECTURAS, TRAMPOLÍN DESDE EL QUE PROYECTARSE


Montesquieu escribía: “Soy necesariamente hombre…y soy francés solo por  casualidad”. Las personas crecemos y vivimos en el entorno real que nos ha tocado, donde se dan los medios de vida que hacen posible nuestro desarrollo. ¿Se puede ir más allá? ¿Cómo ir más allá de donde nos ha colocado el azar? ¿Cómo se halla el hacia dónde y la energía para proyectarse? .
Nuestro mundo no solo es el de los objetos que nos rodean, o sea las condiciones materiales en que se desarrolla nuestra vida, que sin duda condicionarán el desarrollo de nuestras capacidades personales y la posición social que llegaremos a alcanzar.
Las condiciones materiales en las que se alcanza la condición de humano van acompañadas de todo un universo simbólico que definirá nuestra identidad, creencias y aspiraciones.  Si hipotéticamente, alguien no recibiera otro influjo que el de su propia familia las posibilidades de aspirar a algo más que aquello a lo que los suyos han aspirado serían muy limitadas.
Esa coyuntura ha sido la común durante muchas generaciones de manera que toda ellas han tenido prácticamente el mismo horizonte y  no se han movido de él porque su imaginario simbólico no apuntaba más lejos.
¿Cómo se rompe ese techo de cristal?
En primer lugar, diré que hay personas que  no quieren romperlo. Hay quien se encuentra tan bien con lo que le ha tocado que no desea mirar más allá. Todas las ideologías que exaltan lo identitario suelen ir por aquí. ¿Qué hay en ello? ¿Pereza? ¿Rutina? ¿Miedo a confrontarse con lo exterior?
Pero las personas más despiertas aspiran a ir más allá de lo que les ha tocado a su alrededor. La lectura es una de las ventanas, tal vez la mejor, que abre los ojos a  mundos insospechados.  
Los textos de los grandes autores están llenos de esos mundos porque, como escribía María Zambrano, “las grandes verdades no suelen decirse hablando. (El autor), al esforzarse por escribir, va dejando palabras más verdaderas. Va creando mundos que acompañan al mundo real de cualquier persona. Estos mundos, le arropan, le protegen, pero también le catapultan. ¡Cuántas personas han descubierto en el silencio de la lectura las claves de lo que les estaba ocurriendo y que tal vez les torturaba! ¡Y cuántas personas, sobre todo, adolescentes y jóvenes, en la época en que se lee con pasión han descubierto el trampolín desde el que proyectarse y el objetivo que desean alcanzar!”
El proceso de maduración de cualquier joven se ve estimulado por determinadas lecturas que crean a su alrededor mundos complementarios que enriquecen su mundo real. Sin ellas, ni siquiera hubiera logrado conocer su existencia.