Para conocer qué
puede ocurrir en el corazón de un niño al que le leen un libro nada mejor que
recoger la experiencia de uno de los más experimentados lectores (leyó para
Borges ciego) y ha escrito un libro memorable: UNA HISTORIA DE LA LECTURA, de
don extraigo este texto que narra su experiencia:
“De noche, e incluso
de día (dado que frecuentes ataques de asma me obligaban a guardar cama durante
semanas) me recostaba en varias almohadas hasta casi sentarme para escuchar a
mi niñera, que me leía los aterradores cuentos de hadas de los hermanos Grimm.
A veces su voz hacía que me durmiera; otras, por el contrario, la emoción me
enardecía y le suplicaba que se apresurase, con el fin de averiguar, más
deprisa de lo que el autor había querido, qué sucedía en el cuento. Pero la
mayor parte del tiempo me limitaba a disfrutar con la voluptuosa sensación de
dejarme llevar por las palabras, y sentía, de una manera corporal, que estaba
de verdad viajando a algún lugar maravillosamente remoto, a un sitio que apenas
me atrevía a vislumbrar en la última página del libro, todavía secreta. (…) No
sabía entonces que el arte de leer en voz alta tenía una historia larga y
viajera.” (Alberto Manguel, Una historia de la lectura, Alianza
Editorial, Madrid, págs. 135-136)
Aunque sin la presencia física del lector,
las nuevas tecnologías permiten, a través de los audiolibros cuidadosamente
narrados, esa misma experiencia en momentos en que no se puede leer de otra
manera (en el coche, por ejemplo). La misma mágia, la misma voluptuosidad de
las palabras, las mismas emociones, el mismo despertar de la curiosidad, el
mismo vuelo de la imaginación que seguro que van a incitar al niño a procurarse
ese placer por sí mismo en el momento en que pueda tener un libro en sus manos