En 2010 una fuerte tormenta derribó un castaño centenario que
crecía en un patio de Amsterdam. Hacía algunos años que sabían que estaba
enfermo y procuraban cuidarlo pero la tempestad acabó con él. No moría un
vegetal cualquiera; había sido un símbolo de esperanza.
Ana Frank, escondida en una habitación secreta de su casa,
lo había mirado desde su escondite. Lo veía como el símbolo de lo que ella carecía:
la libertad. En febrero de 1944 escribió: “Miramos el cielo azul, el castaño
sin hojas con sus ramas de gotitas resplandecientes, las gaviotas y los demás pájaros
que, al volar por encima de nuestras cabezas, parecían de plata. Y todo eso nos
conmovió y nos sobrecogió tanto que no podíamos hablar.” El árbol estaba vivo. En
mayo, en plena primavera, tenía otro aspecto: “El castaño está en flor de
arriba abajo y lleno de hojas, y está mucho más bonito que el año pasado”. Cuatro
meses después, ya en el campo de concentración, sin árboles ni horizonte para
su vida, ya sólo podía pensar en él.
Nada más estático que un árbol, fijado por las raíces
siempre al mismo suelo. Cuando mas penetran sus raíces más vivo pero más sujeto
a la tierra. Sin embargo, el árbol ha sido a menudo símbolo de permanencia y de
libertad. Nelson Mandela, preso durante largos años, dijo más de una vez que
las plantas o los arbolitos que plantaba en macetas le ayudaron a soportar su
cautiverio.
El tiempo es un fluir continuo. Al parecer no tiene forma. Pero,
si se corta el tronco de un árbol, se ve que los años han quedado abrazando su
núcleo en aros concéntricos. Podemos conocer el tiempo transcurrido fijándonos
en el corte de un árbol.
El árbol muerto o talado aún nos hace un servicio
impaganle. Con su celulosa se favrica el papel sobre el que hEmos impreso los
fugaces pensamientos de los hombres. ¿Sin ese material qué hubiera sido de
nuestra cultura y de la libertad? ¿Cómo se habría trasmitido aquella y
defendida ésta durante estos últimos siglos? ¿Cómo hubieran mantenido su
aliento tantas personas?
Cuando en una llanura avistamos a lo lejos cipreses,
sabemos que allí hay un cementerio. Ese árbol esbelto y en forma de flecha
sigue apuntando hacia la libertad también después de la muerte. No afirman nada
pero mantienes el sueño de la trascendencia.