“¿Por qué he comenzado a leer?
(…) Necesidad de descubrir a los otros, de aprender, de conocer. La lectura
ofrece fácilmente informaciones, y el contacto con el libro asume rápidamente
una forma afectiva. Sin embargo, eso no es todo: en los libros encontramos un
lenguaje, y sea cual sea la importancia y función de ese lenguaje, nos
confrontamos con él. Ese lenguaje nos agrede o nos seduce, nos solicita. Allí
lo real y lo imaginario están en estrecha relación (…) y, tal como es debido,
lo imaginario envuelve ampliamente a lo real vivido.
Probablemente, la lectura me ha
permitido, como a todo adolescente, ponerme en contacto con un mundo diferente
al que nunca hubiera tenido acceso de otra manera.”
Así es como explica Michel Cosem
en El poder de leer ( Gedisa,). Yo no
hubiera sabido explicarlo mejor. Posiblemente me hubiera glosado un poco más
alguna de sus afirmaciones y me había extendido en algún otro motivo, pero los
que tengo por fundamentales son los que él señala. Recalcaría el que cita en último
lugar. El mundo en el que habría vivido, si no hubiera sido lector, sería muy
diferente del que he vivido leyendo. Y estoy convencido que mucho más pobre.
Por eso me gustaría abrir esta ventana a otras personas, en
especial a los jóvenes. Incluso en el caso en que vivan en un lugar paradisiaco
–no es lo que dicen los sociólogos sobre gran parte de ellos-, algo tan
sencillo como abrir una ventana pone al alcance de la vista maravillas de cuya
existencia uno ni siquiera tendría noticia de otro modo.
Por otra parte, interesar a otros por la lectura, buscar
personas que compartan esta afición, no disminuye para nada la riqueza de quien
lo hace. Muy al contrario, multiplica su capacidad de abarcar más porque logra
nuevos interlocutores con los que intercambiar lo que va descubriendo en ese
mundo en expansión que es la escritura.
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