Mi interés por comprender el papel que
juega la lectura en la consecución de una vida humana rica me ha llevado a un
libro que desconocía: Cómo leer un libro.
Una guía clásica para mejorar la lectura, de Mortimer J. Adler y Charles
van Doren (ed. Debate). Se publicó en Estados Unidos en 1940. La versión
castellana del mismo es de 1996.
El tiempo lo ha convertido en clásico este
texto sencillo pero inevitable en estos momentos en que la preocupación por la
lectura ha llegado al debate técnico y al mediático. La problematización de
lectura ha venido con los cambios tecnológicos que ponen los textos a disposición
de los lectores por medios diferentes del papel impreso.
Independientemente del canal por el uno
accede a los textos, lo interesante es saber cuál es el proceso que lleva a ser
lector. Estos dos autores lo describen en cuatro etapas.
La primera. La base es tener aptitud para
la lectura; este comprende cierta salud auditiva y visual, y capacidad mínima
para entender una palabra y para recordarla. Sin esa mínima madurez, no se ha
de apretar en la mecánica lectora. De lo contrario, se corre el peligro de
comenzar con una frustración.
En la segunda etapa, los niños aprenden a
leer palabras sencillas que ya conocen. “En esta etapa ocurre algo misterioso,
casi mágico. En un momento dado de este proceso, el niño, al verse ante una
serie de símbolos escritos, (…) descubre que tienen significado: sabe que
dicen: “el gato está sentado en un sombrero”. Nadie sabe realmente cómo ocurre
este fenómeno. (…) De hecho, este descubrimiento del significado en los
símbolos podría constituir la hazaña intelectual más fascinante que realiza
cualquier ser humano… ¡y la mayoría la lleva a cabo antes de los siete años de
edad!”
En la tercera, se produce un rápido
progreso en la adquisición de vocabulario y en la creciente destreza para
adivinar el significado de palabras que el niño no conoce, apoyándose en claves
del contexto. Entonces ve que puede leer por su cuenta para satisfacer sus propias
curiosidades.
La cuarta etapa supone la adquisición de todas
las destrezas lectoras. Las experiencias logradas por el lector en un texto las
puede trasladar a la comprensión de cualquier otro. Se produce ese efecto relacional
en que consiste una lectura madura y plenamente enriquecedora.
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